Pese a ser la única realidad inexorable que conocemos del futuro, no hablamos de la muerte. Evitamos el tema. El temor y la cultura hacen su tarea. No profundizamos ni su real significado ni lo que verdaderamente supone el final de la vida. Pues este libro hace algo diferente: se le planta a la muerte y conversa con ella para saborear más cada día de nuestra existencia. Su objetivo es movilizar a pensar distinto, a darnos cuenta que analizar la muerte hace bien y contribuye a una vida mejor. Todos sabemos que vamos a morir, lo que no sabemos es qué hace la muerte en vida con cada uno de nosotros ni cómo influye en nuestro inconsciente, como espanta nuestra reflexión. Y eso no es bueno. Por eso estas páginas plantean un desafío: aceptar la muerte es amar la vida, saber vivir es saber morir. Y lo interesante es cómo se presenta el reto. Esta es una sorpresa que va de la mano de lo que una negociación implica. Quizás su mayor virtud es que este es un libro profundo, que de una manera casi imperceptible va citando y examinando las diferentes posturas de filósofos e intelectuales de occidente, donde se tratan a conciencia temas no menores como las creencias ante la muerte, la vida después del final, la eutanasia, la clonación, el suicidio, la reencarnación, entre otros muchos que la muerte supone. Al final, la invitación a pensar nace de las entrañas de su mensaje al resaltar que, más que seres para la muerte, somos seres para la vida.