"Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira. Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. […] También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo" (1 Timoteo 3:1-7, DHH). "Deseo hablar con mis hermanos que ocupan puestos de confianza. [...] Los dirigentes deben tener autoridad, pero nunca han de usarla como un poder que les permita negar la ayuda a los necesitados y desamparados. Nunca debe ejercerse para desalentar o deprimir a un alma en apuros. Recuerden siempre quienes han recibido cargos influyentes que Dios desea que manifiesten la mente de Cristo quien, como Creador y Redentor, es el dueño de todos los seres humanos" (p. 84).