Dos empeños sostienen este volumen: de un lado, la fe en la autonomía discursiva de la crítica como género independiente de toda motivación; del otro, la voluntad de enarbolar tal confianza. La precisión del término “entrelugar”, que guía la sucesión del conjunto, debe menos a la eficacia de una designación que a la operatividad de un concepto necesario. En la sutura entre teoría y práctica, con un ansia performativa que se proyecta en la geografía transatlántica y se resiste al autoctonismo conforme, Dominios y dislocaciones de la crítica latinoamericana sopesa estrategias metodológicas, ordena series, revisa usos didácticos y vuelve a centralizar la lengua para devolverle al ejercicio crítico latinoamericano la condición creativa del ensayo.