La dictadura sandinista está enraizada en la “comandantecracia” guerrillera. Este fue el régimen con que los “comandantes de la revolución” gobernaron a sus tropas con una ley y orden adecuados a la guerra y su necesidad de ganarla como la condición para su supervivencia y la toma del poder del Estado. En ese régimen, dichos comandantes constituían la élite del poder que se había formado a través de la lucha de clases en el FSLN y la apreciación de sí mismos en el espejo del ego militar. Su relación con sus soldados era el ejercicio de su título de “superiores” que les dictaban las órdenes de la guerra de cuya ejecución dependía su vida. El comandante que había dado una orden que había sido ejecutada con éxito convertía el triunfo en un mérito propio con el que construía su prestigio y diferencia de los soldados y del resto de los comandantes en el orden social piramidal del ejército sandinista.