Los varones de Hollywood lucían desde la pantalla imágenes extraordinarias, muy distantes de una vida real plagada de infortunio, alcohol y sórdidos dramas que arrastraban desde la infancia. La industria los asimiló parcialmente, brindándoles la posibilidad de ensayar otras vidas, no menos azarosas, a través del pesado fardo de la fama, el diktat de los grandes Estudios y alguna luz artística.
Estos seis ejemplos, diversos y apasionantes para muchas generaciones del siglo pasado, y aún del actual (cuando la vida real se extinguió para ellos tiempo atrás), vuelven a demostrar lo que hoy revelan sus sucedáneos. La asimetría entre pantalla y realidad no mitiga ciertas cuotas de talento artístico, que la belleza y la personalidad impusieron en los espectáculos de entonces, amparados por la penumbra de las salas de cine y sus proyecciones.